Ficha de Marcellus Allan

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Historia de Marcellus

Ocho años atrás - Verano.

¿Acaso alguna vez había contemplado el crepúsculo? No estaba completamente seguro, pero esa debía ser la primera vez que lo hacía de verdad. La gran estrella rozaba el horizonte, tiñendo el cielo de un color rojo muy bonito. Siempre voy a recordar ese día... mi noveno cumpleaños. Percibía las cosas de otra manera: desde los olores hasta las texturas, todo me resultaba agradable.

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Me recosté sobre la arena y miré fijamente hacia el océano. A mi lado se encontraba Jill, en ese entonces mi mejor amiga. No recordaba cuando la había conocido, porque lo habíamos hecho de muy pequeños. Con su sonrisa radiante y sus dorados cabellos cayéndose más allá de su cintura había conseguido alegrarme tantos días que ya no había manera posible de agradecerle y no quedar en deuda.

Cuando una gaviota pasó volando por encima nuestro logré comprenderlo todo. Era ella la causante de mi felicidad sin dudas. De no haber estado en mi cumpleaños aquel lo hubiera recordado tanto como los otros, como si no fuera nada especial. Le tomé de la mano, disimuladamente, y ella me sonrió. En ese momento supe que me había enamorado.

Cinco años atrás - Invierno.

A pesar de ser tan joven (para ese entonces había cumplido los doce años), mi carrera como mago negro había comenzado. Mis padres me habían enviado a una pequeña escuela de dicha rama de la magia ubicada en Fisherman's Horizon. No hablaré mucho sobre mi familia y mis estudios, solo diré que terminé la Academia satisfactoriamente y que mis parientes aún siguen vivos.

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Como decía, en aquel establecimiento educativo fui acompañado por Jill. Ella era una genómida, como yo, y desde aquel cumpleaños no había dejado de estar completamente perdido por ella. El problema era que tenía miedo... mucho miedo. No quería que reaccionara mal, nuestra amistad era muy fuerte para arruinarla. Nunca encontraba el momento para decírselo y tampoco el valor me alcanzaba para aquello.

Mi compañera me superaba con creces en poder mágico. Recuerdo el día que nos asignaron un arma mágica a cada uno para comenzar a usar la magia negra libremente. Fuimos tan felices que casi me animé a decirle que la amaba. Pero ella estaba muy concentrada congelando los pastos o electrocutando troncos de árboles muertos. Me fue dificil dominar la magia con la llave espada, un misterioso objeto heredado de mi padre.

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El poder de Jill era incuestionable

Él me había dicho que aquel arma encerraba un gran poder, aunque todo el mundo dijera que con un bastón sería mucho más simple conjurar los hechizos. Incluso Jill me lo repetía muy a menudo, mostrándome que con su bastón blanco ella había conseguido inundar el jardín trasero de su casa por completo.

A partir de que empecé a mejorar mis técnicas todo se volvió una gran travesura. Nos pasábamos las tardes dando vueltas por Fisherman's Horizon (nuestro lugar de origen, por cierto) y mostrándole a los niños más pequeños los trucos que podíamos hacer. era muy extraño, pero a veces unos hombres raros se nos acercaban y pretendían reclutarnos para trabajar como mercenarios.

Fue un grave error comentarle esto último a mis padres una noche de invierno, pues creyeron que lo mejor sería abandonar la ciudad. Se rumoraba que cada vez había más mafia en esa ciudad, cosa que nunca dejó de extrañarme. Claramente, mi furia fue instantánea. Imaginé el rostro con lágrimas de Jill saludándome con su mano a lo lejos y desapareciendo completamente. No. No lo iba a permitir. Dejaré un fragmento de la discusión que se armó en ese momento:

-¡No podemos irnos!- grité impaciente porque me comprendan -Tengo amigos en esta ciudad, mamá... ¡nací en este lugar!-

Mis padres no parecían querer entablar diálogo conmigo. Por su parte, mi padre había sufrido tres robos en aquella semana. El mismo se levantó del sofá y me habló con un tono de voz muy severo, que jamás había escuchado antes:

-Marcellus, no te estamos dando una opción. Nos iremos de Fisherman's cuanto antes. Tu madre y yo no soportamos el clima que se está creando dentro... ya verás, Balam te encantará-.

¿Balam? Definitivamente no vería a Jill en muchísimo tiempo. ¿Y qué pasaba si se enamoraba de un chico antes de que pudiera volver a verla para decirle lo que sentía? Di una patada al suelo y corrí escaleras arriba para encerrarme en mi habitación.

Cuatro años atrás - Primavera.

El sistema educativo de Balam era muy diferente al de la pequeña escuela de magia negra. Los niños entraban en él más o menos a los diez años. Mis padres tuvieron que hacer algunos arreglos para que pueda ingresar en el Jardín de Balam, ya que tenía unos 13 años cuando me inscribí. Por suerte pude saltearme algunas materias y solo tuve que estudiar un poco para alcanzar el nivel de los demás niños.

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La parte de mi educación ya fue aclarada y no me extenderé mucho más. Pero aquella primavera pasó algo que cambió de rumbo mi vida. Me llegó una carta (de aspecto viejo) que recitaba las siguientes palabras:

"Marce: no decidí uni... tal v...-ando, odio esto. Te pido por...-yudes! No olvides que te quiero. Recuerda: ...-empo, no sé cuánto más viviré.

Jill"

Pasé noches y noches tratando de comprender por qué Jill me enviaría una carta con agujeros y manchones de tinta. Fue entonces hasta que llegó la noticia, enviada por sus propios padres, de que ella había desaparecido. Según estos últimos, la muchacha se fugó con un grupo de mercenarios para hacer trabajos de lo más sucios. ¡Pero Jill jamás haría semejante cosa por voluntad propia!

La carta era una prueba de que ella había sido secuestrada y lo sabía muy bien. Era su misma caligrafía. Una tarde se expandió el rumor de que un extraño había visitado las instalaciones del Jardín. Al principio no le di importancia, estaba concentrado y muy preocupado por mi amiga. Esa misma noche, al entrar en mi habitación, descubrí que alguien había estado allí.

Se trataba, obviamente, de un ladrón muy estúpido. Había cosas fuera de lugar y en un intento de acomodarlas para disimular había evidenciado aún más su desprolijidad.

-Maldito... ¡se llevó la carta!- pensé.

Había desaparecido. Debía tratarse de uno de los secuestradores, de lo contrario a nadie le interesaba un trozo de pergamino viejo, roto y escrito con gran descuido. Intenté convencer a mis padres de que ella había sido raptada, pero ni siquiera ellos me creían. Sin embargo, por más solo que me encontrara, la buscaría.

Hoy

Ya con 17 años, me estoy preparando para rendir el examen SeeD. Todo parece marchar bien, con ellos conoceré todas las organizaciones de mercenarios existentes y no pararé hasta encontrar a los responsables de hacer sufrir a Jill. Confío plenamente en que, en algún lugar del mundo, su corazón sigue latiendo tan saludable como siempre lo había hecho.

¡Jill, aquí voy!