Paseo nocturno
2 participantes
Final Paradise :: :: Deling :: Calles comerciales
Página 1 de 1.
Paseo nocturno
Era curioso pasear por las calles de aquella ciudad por la noche. Ya no se escuchaba el griterío de la gente, ya no se intentaba avanzar por unas cales abarrotadas… En el silencio de la noche, todo era diferente. El viento se encargaba de hacerlo patente, y mientras intentaba descubrir la capucha del sujeto, agitaba todo aquello con lo que se encontraba. Hacía frío, y poca era la gente que tenía aquella sensación. A aquellas horas de la noche casi nadie paseaba ya por la ciudad, y menos eran los que lo hacían en aquella calle tan estrecha. La verdad es que tampoco Takeo sabía porque estaba allí, tan lejos de su hogar y tan lejos de cumplir sus objetivos. Aquello le quedaba demasiado grande, aunque si quería ganarse un nombre era un lugar donde tenía mucho que… robar. Pues ese era su sueño… Convertirse en un ladrón profesional. Era rápido y ágil, y ya de bien pequeño había tenido que robar para comer. Al crecer, aquello que le había dado de comer terminó por convertirse en una afición que había ido desarrollando hasta límites insostenibles para muchos.
Precisamente por eso había tenido que abandonar su tierra, dejando atrás también muchos lugares donde lo habían pillado mientras hacía sus “cosas”.
La gente como él no era bienvenida en ningún lugar. Por eso, cuando descubrían su verdadera vocación, lo abandonaban. Nadie quería juntarse con un vulgar truhán. Incluso los demás ladrones odiaban a los de su clase… Se odiaban a si mismos por ser lo que eran. Pero es que no tenían otro remedio si querían subsistir. La sociedad los había abandonado, y el camino más fácil que les quedaba era la delincuencia. No disfrutaban con ello. Sabían que dañaban a los demás al quitar aquello que les pertenecía por derecho propio… Eso les hacía dañarse a si mismos. No eran ajenos al delito, y por lo tanto, no podían ignorar el dolor. Así se sentían la mayoría de ladrones, pícaros o le que quisieran creer ser. Pero Takeo era uno de los que sentían libertad y placer al robar una bolsa llena de dinero, o al entrar una casa y amenazar a sus propietarios. Era divertido usar sus cuchillos, ponérselos en el cuello y sentir como sus víctimas sudaban… Como eran incapaces de mantener la calma, y aunque quisieran gritar, no lo conseguían. Y allí estaba él, susurrando en la oreja de que nada saldría bien. De que sufriría mucho, y que solo conseguiría aliviar su dolor diciéndole donde estaba el dinero. Luego, en función d día y de la hora, podía venir la violación, el cuchillazo o ambas cosas juntas. Se divertía dañando, y mas al sentir los gritos de rabia e impotencia. ¿Había algo más placentero que aquello?
Y allí estaba él, de nuevo en la calle, perdido. Buscando alguna tienda en la que entrar y coger algo de dinero para permitirse algún que otro capricho. Lo más probable es que aquel capricho tuviera lugar en algún burdel, soltando allí toda su rabia y fuerza… No le importaba dañar a los demás si con aquello él conseguía el placer. Aquello era lo más próximo que conocía de la felicidad, y solo era algo pasajero. Peor era bonito mientras duraba. Se sentía vivo, y no andaba como un muerto viviente por las calles como hacía de habitual.
Con las yemas de sus dedos palpó el mango de sus cuchillos, y mientras iba bajando sus dedos, sintió como el hilo de sus cuchillos presionaba a su piel. Él mismo, y a propia voluntad, dio el empujón necesario para que el arma provocara herida. Para que provocara sangre. Cuando eso ocurrió, sacó la mano de entre los entresijos de su capa y sonrió al ver aquel líquido tan especial. Se puso el dedo en la boca, sintiendo como la sangre se dejaba caer en su boca… Para él, aquello era signo de su fuerza… Era capaz de probar aquello que hacía débiles a los demás, y no temer a aquello era precisamente prueba de su fuerza. Él no caería por temer a la sangre. Si sangraba, simplemente perdía sangre. Y esa era buena… Le reforzaba. Le hacía fuerte. Era… ¿Buena? Quizás aquello había le degenerado demasiado. Pero le daría suerte. Siempre lo hacía, y jamás perdía. Por eso era quien era y se dedicaba a robar: podía y lo hacía. Y se divertía. Siempre.
Precisamente por eso había tenido que abandonar su tierra, dejando atrás también muchos lugares donde lo habían pillado mientras hacía sus “cosas”.
La gente como él no era bienvenida en ningún lugar. Por eso, cuando descubrían su verdadera vocación, lo abandonaban. Nadie quería juntarse con un vulgar truhán. Incluso los demás ladrones odiaban a los de su clase… Se odiaban a si mismos por ser lo que eran. Pero es que no tenían otro remedio si querían subsistir. La sociedad los había abandonado, y el camino más fácil que les quedaba era la delincuencia. No disfrutaban con ello. Sabían que dañaban a los demás al quitar aquello que les pertenecía por derecho propio… Eso les hacía dañarse a si mismos. No eran ajenos al delito, y por lo tanto, no podían ignorar el dolor. Así se sentían la mayoría de ladrones, pícaros o le que quisieran creer ser. Pero Takeo era uno de los que sentían libertad y placer al robar una bolsa llena de dinero, o al entrar una casa y amenazar a sus propietarios. Era divertido usar sus cuchillos, ponérselos en el cuello y sentir como sus víctimas sudaban… Como eran incapaces de mantener la calma, y aunque quisieran gritar, no lo conseguían. Y allí estaba él, susurrando en la oreja de que nada saldría bien. De que sufriría mucho, y que solo conseguiría aliviar su dolor diciéndole donde estaba el dinero. Luego, en función d día y de la hora, podía venir la violación, el cuchillazo o ambas cosas juntas. Se divertía dañando, y mas al sentir los gritos de rabia e impotencia. ¿Había algo más placentero que aquello?
Y allí estaba él, de nuevo en la calle, perdido. Buscando alguna tienda en la que entrar y coger algo de dinero para permitirse algún que otro capricho. Lo más probable es que aquel capricho tuviera lugar en algún burdel, soltando allí toda su rabia y fuerza… No le importaba dañar a los demás si con aquello él conseguía el placer. Aquello era lo más próximo que conocía de la felicidad, y solo era algo pasajero. Peor era bonito mientras duraba. Se sentía vivo, y no andaba como un muerto viviente por las calles como hacía de habitual.
Con las yemas de sus dedos palpó el mango de sus cuchillos, y mientras iba bajando sus dedos, sintió como el hilo de sus cuchillos presionaba a su piel. Él mismo, y a propia voluntad, dio el empujón necesario para que el arma provocara herida. Para que provocara sangre. Cuando eso ocurrió, sacó la mano de entre los entresijos de su capa y sonrió al ver aquel líquido tan especial. Se puso el dedo en la boca, sintiendo como la sangre se dejaba caer en su boca… Para él, aquello era signo de su fuerza… Era capaz de probar aquello que hacía débiles a los demás, y no temer a aquello era precisamente prueba de su fuerza. Él no caería por temer a la sangre. Si sangraba, simplemente perdía sangre. Y esa era buena… Le reforzaba. Le hacía fuerte. Era… ¿Buena? Quizás aquello había le degenerado demasiado. Pero le daría suerte. Siempre lo hacía, y jamás perdía. Por eso era quien era y se dedicaba a robar: podía y lo hacía. Y se divertía. Siempre.
Takeo- Humano Pícaro
- VIT : 250
PM : 150
AF : 20
AM : 10
DF : 20
DM : 19
E : 15
R : 20
S : 5
Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 04/10/2010
Ficha de personaje
Nivel: 1
Experiencia:
(0/100)
Límite:
(0/20)
Re: Paseo nocturno
Un relámpago resonó en mitad de la noche. Los soldados de Galbadia, como siempre, hacían su guardía por las calles, ahora reforzada por lo próximo que estaba el desfile de La Bruja. Nada podía salir mal.
Y fue entonces cuando, en una de sus rondas, un soldado divisó a Takeo a varios metros de él, callejeando solo. Ahora que no había prácticamente un alma en las calles, aprovechó para acercarse a él e inspeccionarlo. Tampoco tenía otra cosa que hacer y no perdía nada por ello. Si ese hombre era alguien fuera de lo común y no le daba caza, le esperaba la horca.
Con paso firme y armado con su espada a la espalda, el soldado se encontró a sus espaldas.
-¡Alto! -le dijo-. Dese la vuelta señor, necesito saber que hace usted andando solo a estas horas de la noche.
Y fue entonces cuando, en una de sus rondas, un soldado divisó a Takeo a varios metros de él, callejeando solo. Ahora que no había prácticamente un alma en las calles, aprovechó para acercarse a él e inspeccionarlo. Tampoco tenía otra cosa que hacer y no perdía nada por ello. Si ese hombre era alguien fuera de lo común y no le daba caza, le esperaba la horca.
Con paso firme y armado con su espada a la espalda, el soldado se encontró a sus espaldas.
-¡Alto! -le dijo-. Dese la vuelta señor, necesito saber que hace usted andando solo a estas horas de la noche.
Npc- Señor del rol
- Mensajes : 296
Fecha de inscripción : 11/10/2010
Final Paradise :: :: Deling :: Calles comerciales
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.