Hora de nadar o ahogarse.
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Hora de nadar o ahogarse.
Hacia ya cosa de dos meses que huía, había huido tanto de su pasado que ya casi ni lo recordaba con claridad. En los últimos meses había cambiado mucho de localidad, y no por motivos turísticos como podría interpretarse. Solo quería que le perdiesen la pista, se sentía como un ratón salvaje en una casa, con el presentimiento constante de que el gato se abalanzaría sobre el en cualquier momento, pero por alguna razón… No pasaba.
Cansado de vagar por las calles de la lujosa Deling, tenia que admitir que pese a esa sensación de inseguridad que siempre le acompañaba, sentía cierta seguridad en medio de esa ciudad cuyos habitantes, a fuerza de mandato casi dictatorial se habían vuelto fríos y reservados, aquí donde todos tenían problemas y ninguno los admitía por miedo al que pensaran los demás de ellos, pese a que a las otras personas no les importase lo mas mínimo los problemas ajenos. A Adler le encantaba pasear por el barrio comercial a esas oscuras horas que casi rozaban la medianoche, era acogedor ver los calidos escaparates fuertemente iluminados, centelleaban con un color dorado el cual brillaba encima de la mojada calzada a causa de la llovizna de la noche anterior. El muchacho paseaba tranquilamente por la calle comercial, sin lugar al cual ir y sin lugar al que volver. Llegado al escaparate de una panadería, situado aproximadamente en el cenit de la calle se detuvo frente al escaparate de una panadería, era una de las paradas habituales pues el escaparate emitía cierto calor que al chocar con la cara del chico le hacia sentirse vivo durante un instante. Este cerró los ojos durante un instante para que los parpados se empapasen también de ese calor casi familiar, y tras un instante de humano delirio, abrió los ojos y vislumbró a la dueña de la panadería en su interior, una muchacha de unos 20 años, con el pelo liso recogido en una coleta de un firme color cobrizo que lo miraba atentamente desde el interior de establecimiento, al percatarse de que este le devolvía la mirada, ella levantó una mano en señal de saludo y sonrío calidamente. Ante este cordial saludo, Adler únicamente bajó la cabeza en señal de reverencia y continuo su marcha a paso forzado, ya se constataba el pensamiento que, desgraciadamente, se había estado formando en su mente desde hace un tiempo.
Pensaba el chico mientras llegaba al final de la calle comercial sin saber exactamente donde continuaría su travesía. Un par de escaparates mas tarde aparecieron prácticamente de la nada dos guardias uniformados, miembros de la policía paramilitar de Galbadia, los guardianes del orden y la ley en todo el país. Estos se interpusieron delante del chico.
-¡Deténgase, señor! – dijo casi gritando el mas bajito de los dos, el cual, a juzgar por el numero de insignias de su brazo derecho era de mayor graduación que su colega, que tenia una cara de novato que no se la quitaba nadie.
Adler se detuvo en seco a menos de tres metros de los agentes, y automáticamente su mano se posó sobre la empuñadura del enorme revolver que reposaba en su cintura, un revolver que el mismo había obtenido hacia un tiempo y reformado para que pudiese albergar dos cañones en vez de uno. Durante unos silenciosos y tensos momentos en los cuales el propio Adler vislumbró la jugada a seguir en su mente dependiendo de cómo se desarrollasen los hechos en las próximas seis siguientes palabras.
-¿Qué lleva ahí? – esas palabras dejaron totalmente helado a Adler, que aferraba su revolver en su mano izquierda con todas sus fuerzas, no obstante, al levantar la cabeza y darse cuenta de que el guardia señalaba a su brazo derecho el chico se sintió aliviado.
Adler intento contener su alivio, soltó el revolver y le enseñó el brazo derecho al agente, el cual se encontraba envuelto en una escayola blanca como el marfil. Tras este gesto, el agente miro con cara interrogativa al chico, que no necesito de las palabras del agente para responder.
-Tuve un accidente hace unas dos semanas… Me rompí el brazo y llevo llevarlo así durante un tiempo. – dijo el chico con la voz serena y decidida que proporciona cualquier discurso bien ensayado.
Sin pronunciar palabra, los paramilitares pasaron de largo con la cabeza alta, como si nada de la anterior conversación hubiese ocurrido. Tras unos minutos de reflexión, Adler prosiguió su camino ahora con paso más lento con el fin de no levantar sospechas.
Se dijo así mismo el joven mientras proseguía su camino calle abajo por la humedecida acera.
Cansado de vagar por las calles de la lujosa Deling, tenia que admitir que pese a esa sensación de inseguridad que siempre le acompañaba, sentía cierta seguridad en medio de esa ciudad cuyos habitantes, a fuerza de mandato casi dictatorial se habían vuelto fríos y reservados, aquí donde todos tenían problemas y ninguno los admitía por miedo al que pensaran los demás de ellos, pese a que a las otras personas no les importase lo mas mínimo los problemas ajenos. A Adler le encantaba pasear por el barrio comercial a esas oscuras horas que casi rozaban la medianoche, era acogedor ver los calidos escaparates fuertemente iluminados, centelleaban con un color dorado el cual brillaba encima de la mojada calzada a causa de la llovizna de la noche anterior. El muchacho paseaba tranquilamente por la calle comercial, sin lugar al cual ir y sin lugar al que volver. Llegado al escaparate de una panadería, situado aproximadamente en el cenit de la calle se detuvo frente al escaparate de una panadería, era una de las paradas habituales pues el escaparate emitía cierto calor que al chocar con la cara del chico le hacia sentirse vivo durante un instante. Este cerró los ojos durante un instante para que los parpados se empapasen también de ese calor casi familiar, y tras un instante de humano delirio, abrió los ojos y vislumbró a la dueña de la panadería en su interior, una muchacha de unos 20 años, con el pelo liso recogido en una coleta de un firme color cobrizo que lo miraba atentamente desde el interior de establecimiento, al percatarse de que este le devolvía la mirada, ella levantó una mano en señal de saludo y sonrío calidamente. Ante este cordial saludo, Adler únicamente bajó la cabeza en señal de reverencia y continuo su marcha a paso forzado, ya se constataba el pensamiento que, desgraciadamente, se había estado formando en su mente desde hace un tiempo.
- Pensamientos:
- “He estado demasiado tiempo aquí… No puedo tomarme el lujo de dejarme reconocer, es peligroso…”
Pensaba el chico mientras llegaba al final de la calle comercial sin saber exactamente donde continuaría su travesía. Un par de escaparates mas tarde aparecieron prácticamente de la nada dos guardias uniformados, miembros de la policía paramilitar de Galbadia, los guardianes del orden y la ley en todo el país. Estos se interpusieron delante del chico.
-¡Deténgase, señor! – dijo casi gritando el mas bajito de los dos, el cual, a juzgar por el numero de insignias de su brazo derecho era de mayor graduación que su colega, que tenia una cara de novato que no se la quitaba nadie.
Adler se detuvo en seco a menos de tres metros de los agentes, y automáticamente su mano se posó sobre la empuñadura del enorme revolver que reposaba en su cintura, un revolver que el mismo había obtenido hacia un tiempo y reformado para que pudiese albergar dos cañones en vez de uno. Durante unos silenciosos y tensos momentos en los cuales el propio Adler vislumbró la jugada a seguir en su mente dependiendo de cómo se desarrollasen los hechos en las próximas seis siguientes palabras.
- Pensamientos:
- “Intentaré dejarlos K.O a golpes… Pero si la cosa se pone complicada, los lleno de plomo…”
-¿Qué lleva ahí? – esas palabras dejaron totalmente helado a Adler, que aferraba su revolver en su mano izquierda con todas sus fuerzas, no obstante, al levantar la cabeza y darse cuenta de que el guardia señalaba a su brazo derecho el chico se sintió aliviado.
Adler intento contener su alivio, soltó el revolver y le enseñó el brazo derecho al agente, el cual se encontraba envuelto en una escayola blanca como el marfil. Tras este gesto, el agente miro con cara interrogativa al chico, que no necesito de las palabras del agente para responder.
-Tuve un accidente hace unas dos semanas… Me rompí el brazo y llevo llevarlo así durante un tiempo. – dijo el chico con la voz serena y decidida que proporciona cualquier discurso bien ensayado.
Sin pronunciar palabra, los paramilitares pasaron de largo con la cabeza alta, como si nada de la anterior conversación hubiese ocurrido. Tras unos minutos de reflexión, Adler prosiguió su camino ahora con paso más lento con el fin de no levantar sospechas.
- Pensamientos:
- “Esta decidido, tengo que largarme de aquí cuanto antes…”
Se dijo así mismo el joven mientras proseguía su camino calle abajo por la humedecida acera.
Adler- Genómido Guerrero
- VIT : 340
PM : 60
AF : 35
AM : 5
DF : 29
DM : 10
E : 15
R : 10
S : 5
Mensajes : 123
Fecha de inscripción : 10/10/2010
Ficha de personaje
Nivel: 1
Experiencia:
(22/100)
Límite:
(20/20)
Re: Hora de nadar o ahogarse.
Había sido una ultima noche de lo mas tribal en la ciudad de Deling, Adler había pasado todo la noche anterior andando de abajo para arriba hasta el amanecer y ya tenia claro que abandonaría la cosmopolita ciudad al caer la noche. En cierto modo le apenaba tener que largarse de allí. Caminaba por las calles y veía familias paseando, yendo al cine o a restaurantes caros a comer, y podía leer en sus caras ese deje de cansancio por la rutina. Esa rutina que la mayoría de las personas seguían, era imperecedera, la calida sensación de las personas que sabían exactamente lo que harían mañana y pasado y al otro, ya que era lo que hacían todos los días de su vida, a la mayoría de estas personas no les gustaba esta situación, la monotonía, la rutina… La seguridad. Y por ello, Adler los envidiaba, los envidiaba hasta el punto de aborrecerlos, era injusto, por que algunas personas podían poseer cosas que ellos odiaban en detrimento de los que las deseaban. Adler no había elegido ser así, el no había elegido vagar de ciudad en ciudad, ni tener la certeza de que había alguien que le seguía constantemente, alguien dispuesto a matarle en cualquier momento, aun así sentía cierta compasión por ellos, la gente no valora lo que tiene hasta que lo pierde, es un instinto natural del hombre. Sin quererlo, Adler se había detenido en el escaparate de uno de esos restaurantes, observando a una de esas familias tan que devoraban su cena con total pasividad, charlando seguramente sobre temas tribales como los resultados escolares del mas joven de ellos o los progresos laborales del padre de familia. Saliendo de su ensimismamiento, el chico volvió a meter su mano en el bolsillo de la chaqueta y continuó su camino.
-Me pregunto…
Se dijo así mismo cabizbajo, intentando recordar si algún día, él perteneció a un núcleo familiar como ese, en el cual se cenaba en familia y se charlaba en la mesa mientras se comía… Pero como de costumbre, todo se convertía en vanas preguntas sin respuesta, cada vez que intentaba recordar algo de su pasado a largo plazo, solo recibía a cambio el eco de la pregunta resonando en su mente, hasta que finalmente se daba por vencido…
Continuaba su avance por aquella calle, intentando no resbalar en el suelo mojado, pues se acercaba a una bifurcación de un pequeño callejón, en el cual se formaba a su entrada una especie de moho muy resbaladizo, por lo que aquel tramo requería de una concentración especial. Justo cuando pasó por la pequeña brecha entre edificio y edificio escuchó dos ruidos sordos salir del callejón, eran tan inconfundibles que hicieron que a Adler se le pusiese la piel de gallina, eran disparos. Automáticamente, el chico se giró y desenfundó su enorme revolver hacia el oscuro callejón buscando el rastro de algún ser armado o algo similar, se mantuvo así unos segundos, pero no volvió a escuchar nada, con lo que concluyó que: o bien la trifulca era lejos del lugar en el que se encontraba y por efecto del eco había conseguido escucharlo o el incidente ya había tenido fin… Tal vez en otra ocasión habría entrado cual raudo héroe a salvar a quien quiera que estuviese en peligro… Pero no esta vez, no ahora, no podía llamar la atención y dudo que el hecho de liarse a tiros contra un número indeterminado de personas lo ayudasen a no llamar la atención. Con lo que, este enfundó su revolver y prosiguió la marcha.
“No es momento para hacerse el héroe…”
Prosiguió la marcha por la calle de Deling, y apreció que nadie le hubiese visto apuntar con su revolver a la oscuridad, pues un desconocido en medio de una calle comercial con un revolver es el tipo de cosas que la gente suele ir a denunciar a la policía paramilitar. No obstante, si no hay testigos no hay daño.
Unas cuantas calles mas adelante reparó en el lujoso hotel de Deling, el cual estaba situado cerca del distrito comercial y que, además de las lujosas y confortables habitaciones, también disponía de un bar con espectáculo musical, se rumoreaba que allí uno de los mejores pianistas del Antiguo Brendel obsequiaba con su música a los viajeros que allí se hospedaban.
Adler se quedó mirando al enorme hotel durante unos segundos mientras debatía consigo mismo en su cabeza… Había estado en muchas partes en los últimos días, y aun no había ocurrido nada, ni bueno ni malo, nada. Tal vez no estaría de más que se diese un gusto, y aunque no fuese a quedarse en una de las habitaciones a descansar, entrase al bar, tomase algo y por unos perecederos instantes se sintiese como si tuviese un hogar.
“Esta bien… Después de todo lo que ha pasado… Creo que me lo merezco”
Sentenció para si mismo el chico, y siguió paseando calle arriba, en disposición de dar por ultima vez una vuelta a toda Deling para al atardecer volver a aquel lugar y tomarse algo acompañado de buena música poco antes de emprender su incierto camino de nuevo hacia otra ciudad.
Continua aquí
-Me pregunto…
Se dijo así mismo cabizbajo, intentando recordar si algún día, él perteneció a un núcleo familiar como ese, en el cual se cenaba en familia y se charlaba en la mesa mientras se comía… Pero como de costumbre, todo se convertía en vanas preguntas sin respuesta, cada vez que intentaba recordar algo de su pasado a largo plazo, solo recibía a cambio el eco de la pregunta resonando en su mente, hasta que finalmente se daba por vencido…
Continuaba su avance por aquella calle, intentando no resbalar en el suelo mojado, pues se acercaba a una bifurcación de un pequeño callejón, en el cual se formaba a su entrada una especie de moho muy resbaladizo, por lo que aquel tramo requería de una concentración especial. Justo cuando pasó por la pequeña brecha entre edificio y edificio escuchó dos ruidos sordos salir del callejón, eran tan inconfundibles que hicieron que a Adler se le pusiese la piel de gallina, eran disparos. Automáticamente, el chico se giró y desenfundó su enorme revolver hacia el oscuro callejón buscando el rastro de algún ser armado o algo similar, se mantuvo así unos segundos, pero no volvió a escuchar nada, con lo que concluyó que: o bien la trifulca era lejos del lugar en el que se encontraba y por efecto del eco había conseguido escucharlo o el incidente ya había tenido fin… Tal vez en otra ocasión habría entrado cual raudo héroe a salvar a quien quiera que estuviese en peligro… Pero no esta vez, no ahora, no podía llamar la atención y dudo que el hecho de liarse a tiros contra un número indeterminado de personas lo ayudasen a no llamar la atención. Con lo que, este enfundó su revolver y prosiguió la marcha.
“No es momento para hacerse el héroe…”
Prosiguió la marcha por la calle de Deling, y apreció que nadie le hubiese visto apuntar con su revolver a la oscuridad, pues un desconocido en medio de una calle comercial con un revolver es el tipo de cosas que la gente suele ir a denunciar a la policía paramilitar. No obstante, si no hay testigos no hay daño.
Unas cuantas calles mas adelante reparó en el lujoso hotel de Deling, el cual estaba situado cerca del distrito comercial y que, además de las lujosas y confortables habitaciones, también disponía de un bar con espectáculo musical, se rumoreaba que allí uno de los mejores pianistas del Antiguo Brendel obsequiaba con su música a los viajeros que allí se hospedaban.
Adler se quedó mirando al enorme hotel durante unos segundos mientras debatía consigo mismo en su cabeza… Había estado en muchas partes en los últimos días, y aun no había ocurrido nada, ni bueno ni malo, nada. Tal vez no estaría de más que se diese un gusto, y aunque no fuese a quedarse en una de las habitaciones a descansar, entrase al bar, tomase algo y por unos perecederos instantes se sintiese como si tuviese un hogar.
“Esta bien… Después de todo lo que ha pasado… Creo que me lo merezco”
Sentenció para si mismo el chico, y siguió paseando calle arriba, en disposición de dar por ultima vez una vuelta a toda Deling para al atardecer volver a aquel lugar y tomarse algo acompañado de buena música poco antes de emprender su incierto camino de nuevo hacia otra ciudad.
Continua aquí
Adler- Genómido Guerrero
- VIT : 340
PM : 60
AF : 35
AM : 5
DF : 29
DM : 10
E : 15
R : 10
S : 5
Mensajes : 123
Fecha de inscripción : 10/10/2010
Ficha de personaje
Nivel: 1
Experiencia:
(22/100)
Límite:
(20/20)
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