Aguardando a un guardián

Se desperezó infantilmente entre cojines de seda manchados de múltiples colores. Parpadeó varias vecesy se frotó los ojos cansados. Aquella parada le había sentado de maravilla. Se levantó ahora algo asustada. Se apresuró a salir de la sala y habló con el primer miembro del cuerpo religioso que encontró.

-Disculpe, soy Nicole Nunth. ¿A llegado algún guerrero solicitando verme?

Era sólo un chaval de apenas doce años. Lo más seguro es que estuviera allí para apoyar y asistir al sacerdote.

-No, señorita Nunth -contestó con su voz aniñada-. Pero si me entero de algo, se lo haré saber.

Nicole se despidió de él cordialmente. Se separó con cautela y juntó sus manos durante unos instantes. Rezó a Yevon que la carta hubiera llegado a su destino y, más tarde, hizo el acostumbrado gesto de reverencia. Se giró lentamente y observó la entrada del templo. Con un suspiro, deslizó sus pies hacia el exterior. Una vez allí, el aire limpio y puro del humilde pueblo de Besaid refrescó sus pulmones.

Sin más, se sentó allí a esperar.

La nubes se mecían por el cielo lentamente, como los cantos en el río o la espuma de un baño caliente. Embobada como estaba, no se percató de que un muchacho alto se acercaba hasta ella. No fue hasta que escuchó su voz que la chica salió de su ensimismamiento.

-Disculpe señorita... ¿No cree que es ''un bonito día para invocar''?

No se lo podía creer. Allí estaba él. Su salvación. Y menuda salvación. Era increíblemente grande, con unos hombros anchos y una espalda digna de un guerrero. No parecía llevar armas y vestía de una manera un tanto estraña a la que ella acostumbraba ver en Spira, pero le pareció que era el guardián perfecto. Sus mejillas se tiñeron de rosado mientras intentaba encontrar las palabras.

-¡Ay! ¡No me puedo creer que haya venido! -se levantó ráidamente de su asiento y se frotó las manos contra los muslos, nerviosa-. Yo tenía que decir ahora algo... ¿verdad? Sí, sí... espere un momento, por favor, señor SeeD. Un segundo...

Se apresuró a sacar de entre sus pertenencias un montón de papeles que llevaba consigo. Después de pasar tres hojas enteras, dio con lo que buscaba.

-¡Ah, sí! ¡Aquí está! "Pero más aún para proteger" -leyó literalmente. Se pegó los papeles al pecho y observó a Aldur con una mirada llena de esperanza. Suspiró hondamente, atontada-. ¿De verdad ha venido hasta aquí para ser mi guardián? Por favor, dígame que sí...

¡Era ella! Y además guapísima, monísima y con el pelo de un color rosado. ¡Genial! Aldur sonrió contento y la abrazó, levantándola en el aire y riendo como un aunténtico tonto. Era la emoción del trabajo bien hecho.

-¡Sí! Soy yo -decía mientras aún daba un par de vueltas con la muchachita atrapada entre sus brazos-. ¡Menos mal que pediste ese trabajo justo ayer! Acabo de convertirme en Seed y tú eres la encargada de proporcionarme mi primera misión.

La dejó por fin en el suelo y la miró con una enorme sonrisa, guiñándole un ojo. Después miró alrededor y preguntó casi al momento de soltarla.

-Oye... La gente aquí viste muy raro. ¿Es algún tipo de fiesta de carnavales en el pueblo? Tú vas diferente...

Se lo comentó con unos susurros al oído, tomando confianza como si nada. Pero su mente por fín maquinó, y se dio cuenta de que ahora era un Seed, una unidad de élite especializada en acatar las órdenes y trabajar para aquel que le contratase sin mostrar más allá de lo personal.
Con un brusco cambió, comenzó a hablarle de usted.

-Emh... perdonad. Ruego que me disculpéis... Me dejé llevar por la emoción. ¿Qué debemos hacer o de qué debo protegerla? Este lugar se ve muy tranquilo...

Su nuevo guardián la abrazó, la levantó como si nada, y comenzó a dar vueltas con ella. Olía a algo que aún no lograba identificar. Estaba entre la pólvora y un aroma dulzón. Cuando la soltó, ella tenía la misma cara de tonta que él. ¡Por fin podría comenzar con su peregrinaje!

-Oye... La gente aquí viste muy raro. ¿Es algún tipo de fiesta de carnavales en el pueblo? Tú vas diferente...

Ella rió ante su comentario, al igual que ante su cambio repentino de seriedad. Lo miró con simpatía y habló de forma tranquila.

-Aquí la gente viste así. Yo vengo de otra ciudad, así que mi carácter es... otro. Pero es muy normal que las vestimentas en Spira sean de ese estilo. A mí me gusta más el modo que se lleva en Mako o en Antiguo Brendel -se encogió de hombros de forma amable-. Por favor, no seas tan serio. Me gusta que me haya tocado un guardián animado. El viaje será largo y tenemos que estar unidos.

Sonrió con toda la simpatía del mundo.

-Tu misión es acompañarme en mi peregrinaje. ¿No te lo han explicado? -parecía algo preocupada por el hecho de que él no supiera lo que tenía que hacer.

Se rascó el pelo que caía bajo su gorro por la zona de la nuca. Con aquella pregunta ya había precido más tonto de lo que era en realidad (o no) y no quería aparentarle nada malo a su nueva ''jefa''.

-Si, perdona. Si no te importa te hablaré de tú... ya que es mucho más cómodo. Ya sé que mi deber es protegerte y lo haré de lo que haga falta. Pero lo que quería decir es que dónde, cómo y cuando empezamos... ¿comprendes?

Estaba contento a la vez que nervioso. Se vio con suerte de que una chica tan simpática como ella fuese la cliente del Jardín. Hizo un par de sentadillas delante de ella y luego se desperezó.

-¿Sabes? No entiendo nada de invocadores ni cosas por el estilo. Por eso si hago muchas preguntas espero que no te extrañe.

Intentó parecer lo más amable posible y causarle una buena impresión, pero si era cierto que tenía siempre muchas preguntas en mente, como si se tratase de un niño pequeño.
Para empezar porqué las ropas eran tan iguales en ese lugar, a pesar de ser un sitio diferente. Si era cierto que podían tener otras costumbres, pero al menos de donde él venía cada uno vestía de una manera diferente a los demás.
Otra eran esos enormes templos. Tenía entendido que Spira era un Continente Sagrado o algo así, pero no lograba entender como su tierra podía contar con tal maquinación y sin embargo, la desconocida aldea de Besaid para él, apenas tenía un solo edificio aparte del Templo.
Era como si se venerase más a Yevon que al mismo pueblo...

Aldur intentó dejar de darle vueltas a la cabeza y miró a Nicole, esperando aún una respuesta de la que ya era oficialmente su guardián.

Nicole dejó escapar una risita que intentó disimular tapándose un poco la boca. Se inclinó ligeramente hacia adelante e intentó que la mirada del SeeD se cruzara con la suya.

-Todo lo que tengas que preguntar, hazlo. Es mejor que me preguntes a mí a que se lo digas a un sacerdote o algo así... ¡qué escándalo se montaría! Un guardián que no sabe que es un guardián...

Volvió a empapar el ambiente con una risita infantil.

-Por favor, no te ofendas. Yo no sabía lo que era un SeeD hasta hace un par de días...

Adoptó una postura algo más seria y erguida. Lo miró con un gesto más severo e intentó hablar con claridad.

-Pues un guardián es el que protege al invocador. Debe acompañarlo durante su peregrinaje, es decir, la visita a todos los templos con eones de Spira, o incluso de otros lugares del mundo, con el fin de que éste logre el favor de las invocaciones y consiga que luchen para él -fue contando con los dedos, intentando no dejarse nada durante su explicación-. Cada templo tiene una serie de pruebas, todas diferentes. Se supone que tú, como mi guardián, me tienes que ayudar a pasarlas y procurar que durante mi peregrinaje siga sana y salva.

Se balanceó entre la punta de los pies y los talones, colocando sus manos a la espalda.

-¿Crees que estarás dispuesto?

Los ojos de la chica se iluminaron al escuchar las palabras del sacerdote. Entusiasmada, comenzó a dar pequeños saltos y a dar palmadas. El hombre sonrió levemente y, más tarde se marchó. Ella aún asentía fervientemente cuando se había ido.

-¡Lo hemos conseguido, Aldur! ¡Lo hemos conseguido! ¡Puedo optar a ser invocadora! ¡Una invocadora de verdad!

Se lanzó sin pensarlo a los brazos del chico y dejó que la inercia les permitiera dar un par de vueltas, con sus pies colgando y balanceándose en el aire. Una vez volvió a pisar el suelo, intentó calmarse y respirar hondo.

-Bien... ahora... ¡hay que repasar los pasos!

Dio vueltas algo inquieta, mientras pensaba para sí lo que tenía que hacer y murmuraba algunas cosas.

-¡Las esferas! -pareció acordarse de pronto. Alzó la vista, ilusionada, y agarró a Aldur de la mano mientras tiraba de él-. ¡Vamos, sígueme! ¡Tenemos que encontrar las esferas!

El chico recibió el entusiasmado abrazo de la muchacha para más tarde recibir un tirón de su mano y entrar en aquella puerta que les llevaría a Yevon sabe donde.
Al parecer la respuesta de afirmación de aquel anciano había alegrado de manera considerable a Nicole, que ahora solo deseaba adentrarse en aquellos portones.

Aldur no sabía exactamente si tras aquel umbral les aguardaría algún enemigo o algo por el estílo, así que se ajustó sus bonitos guantes de cuero. Lo que si estaba claro esque había algo de unas ''esferas'' que Nicole mencionó. Al parecer, ella sabía como iba todo aquello.

-Bien... no sé que habrá ahí dentro, pero no dejaré que nada te ocurra, te lo prometo.

Y aceptando con la cabeza los intentos de la chica, él y ella entraron en aquel lugar con intención de convertir de una vez a Nicole en una invocadora.

El rol de Nicole y de Aldur continúa aquí.